Oponerse a la energía nuclear de fisión es razonablemente lógico, sobre todo si consideramos que sus riesgos han sido ampliamente expuestos a través de los medios de comunicación, que cumpliendo por supuesto con su obligación, remarcaban los riesgos asociados al proceso operativo y la secuela que supone la herencia de las cenizas radiactivas, de larga
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